Reportajes

martes, 18 de diciembre de 2018



A ti… ¿Qué historia te contaron?

A lo largo del bachiller que cursé en las Madres Doroteas de Pontevedra, la Hª era tan solo un sucesivo, lineal y monótono desfile de fechas, nombres de dinastías e innumerables batallas.
¡Aquella odiosa lista de reyes godos que habíamos de memorizar y que ninguna relación significativa tenía, servía tan solo para ir aprobando examen tras examen!

Pero… Tuve suerte. La magnífica profesora de Hª (una monja) que tuve cuando estudiaba Magisterio en Las Jesuitinas de Vigo hizo que el aprendizaje significativo del pasado pasase a ser como un hobby placentero.
Y por 2ª vez en la vida, la fortuna me hizo un regalo. Cuando estudiaba CC. Políticas y de la Administración, asistía a las clases que impartía Carmen Iglesias (preceptora de Felipe de Borbón, el actual rey). En su asignatura de “Hª de las Ideas” ella, por su forma de enseñar, me abrió un universo nuevo.
Cada tiempo, cada etapa de la Historia del Pensamiento, la veíamos en su totalidad, de forma que todo estaba conectado: el pensamiento filosófico, el pensamiento político, el pensamiento científico, las expresiones artísticas, el devenir de los conflictos, el desarrollo tecnológico, , urbanístico, arquitectónico…todo imbricado, todo encajaba, sorprendentemente interrelacionado. Era, su conjunto, lo que daba identidad a cada etapa histórica, por eso era distinta a la anterior.
Se sustituía la linealidad por la complejidad.

 ¡¡¡Qué placer, aprender así!!!
Sé así mismo que mi edad madura de entonces (50 años) me permitía ser consciente de esa suerte, porque mis compañeros de clase, mucho más jóvenes, no lo vivían así. Para ellos era un trámite ineludible para ir aprobando cursos. Comenzaban su carrera, yo trabajaba y estudiaba.
No todos/as catedráticos/as eran como Carmen Iglesias. A mí, el azar me trajo la mejor.
Esa forma de ver, interconectando todas las manifestaciones humanas, también me sirvió para mejorar mi docencia. Sin falsa modestia, creo que mis alumnas de los Centros de adultos/as por los que he pasado, tuvieron suerte también al beneficiarse de mi capacidad sobrevenida de interconectar múltiples campos de conocimiento.

Descubrí que el conocimiento, el acceso al conocimiento, puede proporcionarnos mucho placer.
La Hª es el relato de aquello que fue el presente de nuestros antecesores. Pero permite también intuir las claves del nuestro. Muchas cosas de las que ocurren en el tiempo histórico en que nos toca vivir, son inexplicables si no conocemos las raíces de las que proceden.
Y con esa estructura mental, cualquier lectura, cualquier viaje, viene a sobreañadir
Eso me ocurrió.

Como “tour leader” de nutridos grupos de profesores y profesoras visitamos Cuba, con dos objetivos: Conocer el sistema educativo cubano – visitando escuelas y conviviendo con su profesorado – y aprovechar para visitar diferentes lugares de la isla caribeña.
En la 1º de los 10 viajes se cumplieron los objetivos, y regresé con la sensación que producen los viajes turísticos: mucha agitación para tratar de conocerlo todo, poco tiempo para digerir tantas novedades, y una fase posterior para rumiar lentamente lo que había sucedido.
Visita a una escuela infantil
Sólo en el 2º viaje – ya con las expectativas en su sitio – me funcionó otra mirada, otra forma de ver la historia de esa isla, que hasta entonces había estado teñida por grandes hitos:
.-  La pérdida colonial de Cuba, que con la de Filipinas, había sumido al viejo y desdentado ”imperio español” en la gran crisis del 1898, tan relatada por la generación literaria que se denominó con esa fecha.
.- El triunfo de la Revolución cubana el 1 de enero de 1959 contra la dictadura de Batista y comandada por personajes sobradamente conocidos: Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Camilo Cienfuegos, etc.
Ocurrió durante una visita turística al Cementerio Colón, en la ciudad de La Habana. La necrópolis, la tercera del mundo, me dio como un puñetazo en un ojo.

 Allí, se constata la atipicidad de Galicia. El mayor cementerio de gallegos no está en mi tierra, está en el Cementerio Colón de La Habana, donde están enterrados 200.000 gallegos y gallegas. Con humor negro, se podría decir que es la tercera ciudad de Galicia por nº de habitantes.
 
Ese camposanto declarado monumento nacional de Cuba (merecidamente, por las joyas escultóricas de sus tumbas, que muestran la pujanza de la burguesía criolla) fue diseñado por el arquitecto gallego Calixto Loira en 1870.

Mientras que en otras partes de América donde hubo o hay gallegos existe un panteón para toda la colectividad (El de La Chacarita en Buenos Aires, el Cementerio Viejo en Montevideo y el del Este en Caracas), en Cuba es el único país en que los emigrantes tienen 58.

De ellos destacan dos:
.- El de “Naturales de Galicia” construido entre 1.936 y 1.941 posee 480 tumbas y capacidad para 1.121 osarios. En una pared semicircular de granito negro figuran los escudos de las cuatro provincias gallegas y en el centro hay una escultura de bronce de una mujer que ampara en su seno a los desposeídos y representa a la Beneficencia.

.- El panteón de “Naturales de Ortigueira”, por su parte, es el mayor de todos cuantos existen en el cementerio Colón. Tiene capacidad para 727 nichos y 4.458 osarios. Es de 1.950 y sigue el modelo de la iglesia de la parroquia de San Adrián de Veiga.
Tiene torre campanario, tres pisos interiores cada uno, con altar para celebrar misas y estatuas de tamaño natural que aluden a la religión y a la familia.

No sé describir cómo se me quedó la cabeza y el alma al encontrarme de bruces con una Historia tan próxima  y  sin embargo tan perdida en el tiempo, que forma parte de la tierra en la que criamos a nuestros/as hijos/as, a nuestros/as y nietos/as y tan ausente de los relatos históricos en nuestros libros escolares.
No se trata de contarles que los jardineros que cuidaban el cementerio Colón eran gallegos también, sino de asumirnos como pueblo, como árbol con muchas ramas y con raíces profundas que no ignora su propia historia.
Sé que puede parecer exhaustiva y monótona esta descripción para quienes me lean, tan nimia, por otra parte, porque la magnitud de la huella de los naturales de Galicia en Cuba, es inmensa.
Se me abrió un universo con aquella visita a la preciosa y gigantesca necrópolis habanera. Y en posteriores viajes a Cuba, traté de investigar un poquito más. Comenzaba un hilo.
 

En uno de los paseos por la Habana Vieja – donde nació la ciudad colonial – entré en una preciosa casa con patio donde estaba instalada la Fundación Alejo Carpentier.

Y allí se me siguió ampliando el universo: En una vitrina estaban los ejemplares, traducidos a más de 15 idiomas, de un pequeño librito: “Memorias dun neno labrego” de Neira Vilas, considerada la obra inaugural de la literatura infantil y juvenil de la literatura gallega.

A partir de ahí, en las librerías de viejo de la Plaza de Armas, busqué ediciones antiguas de otras obras menos conocidas de Neira Vilas. Y así, encontré un librito sobre “Los emigrantes gallegos en el Golfo de México”.
Un reportaje de unas 300 páginas, resultado de una serie entrevistas, conversaciones, encuentros y visitas a pescadores gallegos – ya entonces retirados – y que residían en barrios opuestos a la bahía habanera. El barrio de Regla.
La Habana vista desde el barrio de Regla

Conocí a través de ese libro los avatares y dificultades de aquellos paisanos que con sólo 12 ó 14 años emigraron y que a lo largo de medio siglo pescaron en el Golfo de México, protagonizando la 1ª huelga de aquél sector.
Si bien en todos los viajes a la isla, mantuve contacto con todo tipo de personajes – fuera del circuito institucional de las visitas a las escuelas – la lectura de aquél libro me llevó a visitar el barrio de Regla, que no suele ser visitado, no está en los circuitos turísticos al uso.


Allí compartimos conversación y cerveza con un cubano que había venido a luchar en la Guerra del 1.936 / 1.939 para defender la República española, porque era descendiente de gallegos. Nos llevó por la zona donde la colonia de emigrantes gallegos había dejado descendencia.
Al regreso al hotel, sentía que estaba en el camino de las personas afortunadas. Un hilo invisible, ataba mis sensaciones a esa historia de nuestros paisanos, no contada a nuestros marineros gallegos contemporáneos.

Cuando en los paseos veraniegos por el puerto de A Guarda veo la permanente estampa de los marineros retirados, sentaditos juntos oteando el horizonte mientras charlan de las cosas del día y del mar, a menudo quiero ver en ello como un diálogo con esos otros marineros gallegos que en la otra orilla atlántica hacen lo mismo desde el malecón habanero. Sé que es un una fantasía, porque me pregunto ¿Conocen de su existencia?

Es imposible visitar La Habana y no encontrártelo, porque está en una transitadísima plaza, al lado de El Capitolio. Magnífica huella del poder organizado de los gallegos. Su historia se puede consultar en internet y no quiero dejar aquí más que unas cuantas vivencias.
La magnificencia del edificio salta a la vista, pero la conserva aún en el interior, dedicado a varios usos, entre otros a las clases del ballet de Alicia Alonso.


En un gran salón, que conservaba una extensísima barra, en lugar de los bailes de antaño, me encontré a una anciana, que trataba de clasificar la montaña de cajas de medicamentos que había en el centro. Envío de Manuel Fraga, presidente de la Xunta de Galicia.
La invité a comer y ella me regaló una conversación entre “naturales de Galicia” de distintas generaciones que podían sintonizar al unísono los latidos de sus corazones. Mientras le cogía sus manitas arrugadas, iba contándome las dificultades para la vida cotidiana…


Antes de abandonar el Centro Gallego, me había enseñado los restos de aquellas oficinas que las distintas sociedades habían tenido en el magnífico edificio, y que ahora eran una reliquia…
Aquél hilo iniciado iba deviniendo en madeja: Ya  no podía dejar de investigar, de rellenar, de trocar mi desconocimiento por conocimiento.
 
Y así, descubrí que fue en ese Centro Gallego de La Habana donde sonó por 1ª vez – en 1.907 - el Himno de Galicia, fruto, como la bandera y el escudo, de la emigración.

Cada vez que suena, se unen las dos orillas, en viaje de ida y vuelta.
 

Comprendí – hasta entonces sólo era para mí una extrañeza - por qué entre los dibujos de Castelao había unas preciosas láminas de negros.
Leí por 1ª vez el Estatuto que – durante la 2ª República española – había llevado nuestro insigne y humanista Castelao a las comunidades gallegas en Cuba haciendo campaña a lo largo de toda la isla.
Todo cobraba sentido histórico.

Carlos Núñez lo vio muy bien. Bajo su nombre dejo el vídeo donde lo expresa.

¿Qué pinta un Cruceiro gallego en el pasillo de transición hacia la preciosa plaza de San Francisco en la capital habanera?
A nadie se nos escapa que entre Fidel Castro y Manuel Fraga – tan distante s ideológicamente – existía el vínculo de la galleguidad, los dos procedían de familias gallegas y ambos habían residido en la isla.

A Fraga, aquél conservador gallego de habla tronante y de discurso atropellado, más allá de las fiestas folcloristas que organizaba con las comunidades gallegas de La Habana, supo distinguir algo tan esencial como que los pueblos y sus gobernantes son dos cosas distintas.

No participó de la línea de su partido con respecto a la antigua y bienamada colonia española. La visitó innumerables veces, invitó a Castro a visitar la tierra de sus ancestros (Láncara) y creyó que al pueblo cubano – castigado por el bloqueo estadounidense A Cuba – no se le debería castigar más. Cosa que hizo su sucesor (Aznar) en la presidencia de su partido, proponiendo y consiguiendo de la U.E. un doble bloqueo a Cuba. Imperaba el discurso del odio por parte de quién no tuvo reparo en apoyar una guerra injusta con la invasión de Irak.

Desde aquí, sigo alimentando aquél hilo que inicié una mañana cuando visité el cementerio Colón.
Sabiendo que el bloqueo a esa islita de diez millones de habitantes - uno de ellos de descendientes de gallegos - no depende del tipo de régimen político que tiene , sino más bien se trata de un problema interno de EE.UU. porque la comunidad cubana de Miami vota en las elecciones del Congreso Norteamericano.
Sigo aún la evolución de esa pequeña islita que tiene muchas almas, una de ellas gallega.

Una tarde, paseando por el Malecón, conversé con esta mujer . Su apellido era Andrés, como el mío. No supo decirme por qué.

PD. No estoy segura de que funcione bien el hipervínculo sobre el nombre de Carlos Núñez, no estoy acostumbrada a hacerlos.