Reportajes

jueves, 23 de diciembre de 2010

Calderilla


Vivía en la calle.

Se tapaba con cartones para refugiarse del invierno y de la saliva.
No le escupían a él, que es como invisible.
Las figuras que pasan con velocidad a su lado apenas le ven.
De esos rostros anónimos salen salivazos de vez en cuando. La costumbre pasa de padres a hijos.
Mira extrañado a los jóvenes que mantienen la tradición.

Y se tapa con el cartón largo que en su día envolvió un frigorífico. Hoy le envuelve a él, que está como congelado.

Estaba acostumbrado a no ser nada para nadie.
Nadie consideraba vida a su vida
Pero él le hacía frente cada día con el ansia inmediata de la supervivencia.

Ha estado en varios sitios.

Estuvo una semana a la salida de unos grandes almacenes.
Si la gente entra a comprar será porque tienen dinero para hacerlo, y…algo caerá en su sombrero boca arriba. Esa semana apenas pudo comer.
Él lo entiende
La gente tiene muchas cosas que hacer. Él lo sabe porque les ve entrar a toda prisa.
Y cuando salen, tan cargados, no pueden ver su mano tendida.
Él lo entiende




Durante unos días se situó cerca de la iglesia.

Conoce bien los horarios de las misas, porque ya es un  viejo “vecino” de la “casa de dios”.

No sabe si es por culpa del frío, pero acude muy poca gente.
Mujeres y algún que otro hombre.

No se atreve a extender la mano. Les ha visto. Al salir han dejado unas monedas en el cepillo.

Y no van a dejar de cumplir con la costumbre
Lo sabe.
Los jubilados tienen una pensión menuda

Él lo entiende.

Por eso se ha parado a pensar. Ya son muchos los días que la recaudación es misérrima. Tiene que atinar.

Se va a la puerta de la galería del barrio.
Esa galería de toda la vida, donde compran los vecinos.

Es verdad que no ha aguantado y se van cerrando puestos.
A la vuelta del verano una frutería. En la mitad del otoño una carnicería. Y ahora, que ya comenzó el invierno, no se sabe muy bien…
Pero él confía.

Les escucha hablar. Es el 21 y todos hablan de la lotería. Juegan 5, 10 euritos. Esperan que les caiga una pedradita. ¡¡¡Les hace tanta falta!!!

Él lo entiende.

Sabe que algunos de sus vecinos están sin trabajo, otros tienen problemas para llegar a fin de mes, y eso se nota en las compras del pescado, de la carne, de la fruta.
Pero él confía.

Su caja va recogiendo monedas de pequeño valor.

Las mujeres entran, salen, charlan y se paran a su lado.

Él sonríe y les desea felices fiestas.

Hoy comerá y con un poco de suerte cenará.

Las moneditas, en su bolsillo, tienen un tintineo a villancico.

La calderilla, hoy, se calienta en su bolsillo.

Cae la tarde. Busca abrigo.

A medida que se acerca a su rinconcito va contemplando los colgantes de luces navideñas.

Brillan. Son como luciérnagas brillantes…

Brillante es la idea del alcalde.

Ha propuesto en el pleno del ayuntamiento una idea brillante.

Va a someter al criterio de los componentes  del equipo de gobierno un sistema para acabar con los indigentes: Se les confiscará la recaudación.

Él no lo entiende.
Su calderilla no resolverá el endeudamiento del municipio.

Él no lo entiende.
Si confiscan su calderilla no dejará de ser indigente.

Verdaderamente, su alcalde ha tenido una brillante idea. En el Levante español.









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