Reportajes

jueves, 24 de marzo de 2011

LOS HAIGAS

 El 27 de Junio de 1.957 comienza la fabricación del Seat 600 en España y con él comenzó el despertar de la motorización de los españoles. Su nacimiento no sólo dio un vuelco a la industria automovilística española, sino que cambió por completo la vida de las familias españolas.
Era un auténtico automóvil al alcance de la clase media del momento, para un sector de la población que no llegaba al lujoso Seat 1.400, pero al que le sobraba para una Vespa. En el primer momento el 600 no era un coche "popular", era un lujo al alcance de pocos. Se adjudicaba tras esperar varios meses de espera. Su precio rondaba las 65.000 pesetas.
Aquella especie de hongo con ruedas, unido al  rápido crecimiento económico, consiguió que España pasara definitivamente del siglo XIX al siglo XX.
Peregrinaciones a Lourdes y Fátima, refugio de amantes en el rompeolas, excursiones a las playas o a la sierra, con la suegra y los primos, vehículo para aprender a conducir toda la familia...y orgullo de quienes solventaban sus averías con cualquier chapuza. Dicen que el 600 admitía cualquier líquido parecido a la gasolina.
En la era del ABS, airbag y la velocidad, el Seat 600 sigue siendo símbolo de una etapa clave de la historia de España. Toda una pasión por unas máquinas que marcaron la vida ibérica de los años 60.
Antes de este fenómeno, yo había entrado en contacto con “Los haigas”. Tenía un tío “indiano” que volvía a Tabagón – O Rosal en cuanto podía. Para mi familia era todo un ritual ir a recibirle. Teníamos que tomar un taxi para ir a Vigo. Y allí, en el muelle, nos extasiábamos contemplando como una enorme grúa descargaba los “haigas” desde las bodegas del Antilles, trasatlántico francés que hacía la ruta Caribe / Europa, con escala en Vigo. Y así, mucho antes de la aparición del Seat 600 en España, yo conocí los Pontiac, Cadillac, que, con sus colores pastel, el sonido de su claxon y sus enormes dimensiones, ponían la nota exótica que explicaba el contenido de aquella frase : “hacer las Américas”.
Cuando los turistas visitan Cuba reciben la sorpresa de contemplar su “parque móvil”. El transporte es, en Cuba, junto con la vivienda, uno de los problemas que sufren los cubanos diariamente.
Cuando se sale de La Habana para visitar otros lugares se puede contemplar cómo, a orilla de la autovía que recorre la isla como una dorsal, se pueden encontrar grupos de cubanos, bajo un inclemente sol o a la sombra de un flamboyan, que esperan que pase un camión al que subirse…
Los cubanos deben ser los mejores mecánicos de todo el Caribe. Han conseguido mantener los coches norteamericanos o rusos que en cualquier otro país serían ya piezas de “cementerio de coches”.
Pero la relación de los cubanos con los coches viene de lejos.
Cuando parecía que a 1898 no le quedaban ya más novedades que ofrecer a los cubanos, un día de diciembre amanecieron los habaneros sobresaltados por el andar ruidoso del primer automóvil.

Aquel vehículo con motor de bencina, capaz de recorrer apenas unos 10 km. por hora, de apariencia endeble y bastante inseguro, llegaba para hacerle la competencia al coche de caballos, poner a las autoridades a pensar acerca de nuevas regulaciones del tránsito y forzar al mejoramiento de los caminos aún polvorientos de la capital cubana.
Mucho se habló del automóvil desde que hizo su aparición en el Prado habanero, con una grey de curiosos a ambos lados para quienes aquello era tanto como ver al escurridizo cometa Halley. Y su presencia suscitó también muchas bromas que fueron recogidas en las páginas de los diarios de la época.
Cien años después del primer paseo de un coche fabricado por La Parisienne, por las calles de Cuba circula un museo rodante del automóvil, sobre todo de las más conocidas marcas norteamericanas de finales de los años 40 y la década de los 60.
Nada ha impedido que aún adornen las calles y circulen por las carreteras entre los Lada y Moskovicht, recuerdo de la época del apogeo de las relaciones con los antiguos países socialistas de Europa del Este, y los más actualizados modelos occidentales de marcas como Toyota, Hyundai, Mitsubishi, Peugeot y otros.
Para muchos cubanos es una de las culpas del "bloqueo'' de casi 40 años --y es como una hazaña-- haber mantenido "en marcha'' hasta ahora autos marca Ford, Buick, Chevrolet o Plymouth, entre otros, sin contar con las piezas necesarias, pero sí con el gran afán de mantener su imagen lo más parecida posible a la original.
Los turistas y empresarios extranjeros que llegan a la isla no dejan de manifestar su asombro ante tal muestrario de vehículos, que en varios hoteles habaneros se ofertan para pasear por la ciudad, que cuenta además con un club que reúne los mejores conservados que datan hasta de los años 20.
El ingenio, la inventiva de la mecánica popular y el afán por mantenerlos en funcionamiento son los principales factores que han contribuido a la supervivencia de estas reliquias.
Se calcula que son unos 155.000 vehículos fabricados antes de 1959 los que todavía circulan por las calles de la isla caribeña, y que el humor popular ha bautizado como "Almendrones''.
No falta tampoco la presencia de la mujer en la historia del automóvil en Cuba. La primera en atreverse a conducirlo fue ``La Macorina'', una escandalosa figura de los ambientes habaneros que llegó a tener en propiedad más de uno de ellos.
Su audacia, su elegancia perenne, sus llamativos ojos, y otros tantos atributos la hacían despertar la atención por donde quiera que pasara. A este se le sumaba su personalidad tan especial y su carisma, que disfrutaban quienes conformaron lo más elitista de la sociedad capitalina de aquellos tiempos.
Su auto de color blanco, fue un Hispo-Suiza. En él recorría las calles de la Habana a unos 30 kilómetros por hora, mientras escuchaba la música de época a todo volumen.
Esta cubana fue una activa defensora de los derechos femeninos, aún se le recuerda encabezando una vistosa caravana de autos de la época cargada de graciosas mujeres
Al mermar su juventud y su fama, se deshizo de sus nueve autos, sus cuatro mansiones, sus vestidos y codiciadas joyas, pieles, en fin, todo su patrimonio, para quedar casi en la miseria.
En 1.903 se corrió en Cuba la primera carrera de automóviles. En 1.905 el cubano Ernesto Carricaburu batiría el récord mundial de velocidad.
Estas joyas, cuando circulan por La Habana Vieja, barrio donde nació la ciudad, cuajado de palacios coloniales restaurados, nos transportan a otra época y nos sugieren estar viviendo en ella.









1 comentario:

  1. Muy bueno y detallado el articulo. Me recuerdo los muchos autos que tuvo mi abuelo durante mi niñez. Por su propiedad pasaron Plymouth, Chevrolets y otros. El dolor mas grande que siempre tuvo fue el auto que compro a raiz de la revolucion, un Chevrolet Impala con los costados de el baul levantados. Una maquina bellizima de las ultimas que hicieron entrada a la isla antes de que el bloqueo fuera iniciado. Cuando la intervencion o reforma urbana comenzo mi abuelo, temeroso de que le intervinieran el carro junto a las casas y la dulceria, decidio poner el carro a nombre de mi papa. Un año mas tarde mi papa fue arrestado por contrarevolucion y condenado a 10 años de carcel. Durante "las investigaciones" salio a la luz que mi papa habia utilizado el carro para trasladar al cabecilla del movimiento y las autoridades "confiscaron" el carro.
    Muchos años mas tarde al regresar a ver a mi madre despues de 18 años fuera mi primo hablo con un amigo para que nos llevara a todos a Varadero. El amigo vino con un Jeep Willie Wagon, de los años 40 o 50. Este se desplazaba muy bien, pero luego supe que era Jeep solo por fuera. El motor fue cambiado por un motor Lada y los asientos era de un Volga o otro carro Ruso. La mecanica en Cuba no conoce de marcas ni nacionalidades, se resuelve con lo que haya.

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