Reportajes

viernes, 4 de febrero de 2011

Todo pasa y todo queda

En 1860 había en España poco más de tres millones de personas que supieran leer y escribir. Y una población que superaba ampliamente los quince millones.
Cien años más tarde se registraban casi 23 millones de alfabetizados y una población de treinta millones y medio de habitantes (1.960)
A lo largo de esos cien años mucha gente tuvo que  abandonar su tierra en busca de trabajo, de unas posibilidades que la España de aquel tiempo no les ofrecía.
“Fuxan os ventos” pusieron música a esta letra:

 Este vaise e aquel vaise e todos, todos se van; Galicia sen homes quedas que te poidan traballar. Tés, en cambio, orfos e orfas, tés campos de soidade. Tés mais que non teñen fillos, e fillos que non teñen pais. E tés corazóns que sofren longas ausencias mortais, viúvas de vivos e mortos que ninguén consolará.

Estos son solamente unos personajes que ejemplifican la emigración traumática que desgarraba familias.
Manuel

Mi abuelo paterno. No le conocí, sólo sé, por referencias familiares, que  trabajó en Cuba. Fue uno de esos hombres que buscando mejorar, a finales del silo XIX cruzó el Atlántico, dejando atrás una España de quince millones de habitantes que era incapaz de producir alimentos para toda su población. ¡No sería por falta de suelo cultivable, en manos de los terratenientes!

Amadeo

Cuando lo conocí tenía la edad que refleja la fotografía. Había llegado a España porque su hijo, ejecutivo de una multinacional, trabaja en Madrid. Y él aprovechó a visitarnos en su pueblo de nacimiento, La Guardia, pueblo que abandonó a principios del silo XX para buscar mejor vida en Montevideo. Por esas tierras ha quedado para siempre.

Herminio

Le conocí en la primera visita que hizo a España tras su marcha a Puerto Rico, arrastrado por otro hermano que había abierto el camino. Hipoteca en la familia materna para los viajes en barco que les dejarían en la isla de Elis, N. York.

Era la principal aduana de la ciudad. Entre 1.892 y 1.954, aproximadamente 12 millones de pasajeros que llegaron a Estados Unidos a través del puerto de N. York fueron inspeccionados allí, tanto legal como médicamente.
Era la reactivación económica norteamericana tras el crack del 29. Entraban emigrantes capaces. Mi tío entró con los callos en las manos que habían puesto piedras, grava y piche en la carretera de Tuy a La Guardia.
Posteriormente los dos se trasladaron a Puerto Rico, donde vivieron toda su vida.


Pepe

Subió al barco, para cruzar el Atlántico, el mismo día en que yo nací, un frío día de enero de.1.947. Corrían malos tiempos de posguerra en España, que había perdido una generación en los campos de batalla tras el mortal golpe de estado a la República y al gobierno legal.
Le conocería a él y a su familia pasados ya 25 años, los que tardó en regresar por primera vez desde la isla de P. Rico en la que se instaló.


Pepe, Mario, Luis, Miguel.

Todos ellos siguieron el camino de la emigración. Avanzadísimo el silo XX España aún no daba trabajo a todos sus jóvenes. Entregaron a Santo Domingo su juventud y su esfuerzo. Pagaron con la ausencia y la distancia el bienestar que buscaron en la otra orilla.


Ángel

Como tantos y tantos otros que participaron en la reconstrucción europea después de la devastación de la 2ª Guerra Mundial. Vivió en Suiza sus años de madurez, pero tuvo la suerte de poder regresar a tiempo, como lo hicieron la mayor parte de los españoles que emigraron a Francia, Alemania, Bélgica en la década del 50 al 60 del siglo pasado.

Este recorrido por mi familia, no agota el número de componentes de mi familia que tienen el carnet de emigrantes. Pero su recuerdo puede servir de homenaje a todos ellos y a muchísimos más que, con el escaso bagaje educativo que su país les proporcionó, se enfrentaron a lo desconocido, dejando atrás familias, hogares, amigos y paisajes.

Iniciado el silo XXI, España pasó de ser país emisor a país receptor de emigrantes. A caballo del boom inmobiliario llegaron hombres y mujeres de países centroeuropeos, latinoamericanos, centroafricanos.
Convivieron con ellos la generación española más culta y formada de nuestra historia.


La crisis financiera que recorre el planeta desde 2008 ha producido un seísmo. Un millón y medio de jóvenes menores de 30 años no tienen trabajo en España. Muchos de ellos sin formación porque abandonaron los estudios para trabajar en la construcción. Otros muchos con licenciatura, master y amplio currículum.

Alemania, que está ya en crecimiento, estudia la posibilidad de ofrecer empleos cualificados a jóvenes españoles en el paro. El Ejecutivo alemán pretende paliar el déficit de profesionales especializados. Necesitan 36.000 ingenieros. Muchas españolas y españoles están dispuestos a moverse dentro de la Unión, y buscar su oportunidad fuera. Como ocurrió anteriormente. En esta ocasión en diferentes circunstancias, con menos dolor, con menos desgarro, porque las comunicaciones han acortado las distancias y los tiempos.

Algunos padres que han luchado porque sus hijos tengan una preparación sólida, ahora ven cómo han de marcharse lejos de casa para labrarse futuro, o al menos, un presente digno. No es extraño que uno de aquellos hombres que se fueron a Alemania a trabajar con un mono vea ahora cómo es su hijo ingeniero o informático quien tiene que emigrar. Y si bien es cierto que lo hace en otras condiciones, con más experiencia y una dosis mínima de cosmopolitismo, también lo es que a nadie le gusta marcharse por obligación. O que a casi todo el mundo le gusta volver. Y que sería deseable que nuestro país pudiera albergar en un futuro a esa gente a la que formó. Nos aportarían la excelencia de su trabajo, pero también algo que nos falta: aire fresco.

¡¡Cómo ha cambiado ese mapa en 130 años!!

 




 

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