La “huella del diablo” (Teufelstritt) es la curiosa leyenda que lleva aparejada la Catedral de Munich desde su construcción.
La catedral fue construida sobre una iglesia antigua del siglo XIII, llamada capilla de Santa María, y en 1468 fue reemplazada por la actual edificación.
El trabajo fue enviado a realizar por Segismundo de Baviera, y demoró alrededor de veinte años construir esta hermosa catedral levantada con ladrillos en un exquisito estilo gótico y con un par de maravillosas torres que marcan su impresionante personalidad arquitectónica.Sin embargo, lo que llama poderosamente la atención de todos es una huella que se encuentra impregnada en el suelo, y que según dicen, apareció al poco tiempo de haberse terminado la construcción, que sería la que dejó el diablo tras un pacto frustrado con el arquitecto constructor de la majestuosa catedral.
Dicen que al enterarse de que se pensaba construir una enorme iglesia preparada para albergar a miles y miles de fieles, el demonio intentó impedir la construcción, hecho que al ser conocido por el arquitecto lo llevó a proponerle un pacto al diablo para que permitiera que terminase la obra.
Ello consistía en que lo dejara terminar la catedral, pero le ofreció hacerla sin ventanas, a lo que el maligno aceptó, porque no creyó eso posible. Así que cuando la obra estuvo terminada, el arquitecto lo llevó hasta el centro de la edificación desde donde no se podían apreciar ventanas, porque su vista se obstaculizaba por las columnas.
Si nos situamos poniendo nuestro pié sobre la huella del diablo, no podemos ver ninguna de las vidrieras de las naves laterales de la catedral que permiten la entrada de la luz
Además, el demonio no podía adentrarse en un lugar santo para comprobarlo, así que se encolerizó y dejó una huella de su enojo en el suelo.
El pustch
El domingo por la mañana, 9 de noviembre de 1923, la Feldherrnhalle fue el escenario del enfrentamiento entre la policía bávara y una marcha ilegalmente organizada por parte de seguidores de Adolf Hitler. Los policías ordenaron a los manifestantes detenerse, pero estos continuaron caminando, y la Policía del Estado abrió fuego. Dieciséis manifestantes murieron y varios resultaron heridos, entre ellos Hermann Göring. Como consecuencia, Hitler fue detenido y condenado a una pena de prisión. Este fue uno de los intentos realizados por los nazis de hacerse con el control del Estado federado de Baviera, en lo que se conoce comúnmente como el Putsch de Múnich.
Los catorce militantes nazis muertos por la Policía en la Feldherrnhalle y los dos miembros de la liga paramilitar nacionalista muertos frente al Ministerio de Defensa bávaro fueron considerados mártires y héroes del movimiento nacional-socialista.
Después de 1933 sus restos fueron trasladados hasta el mismo Panteón de los Héroes de la Odeonplatz y se les rindió respeto y culto cada 9 de noviembre.
La frase Und Ihr habt doch gesiegt! («Y sin embargo, ¡triunfásteis!») se hizo de uso obligatorio en la mitología nazi del heroísmo.
Durante su dominio de la ciudad establecieron la obligación de que todos los muniqueses que pasasen hacia Odeonplatz tenían que hacer el saludo nazi delante de los símbolos que recordaban el acontecimiento.
Al fondo, el panteón de hombres ilustres, en Odeonplatz
Muchos muniqueses que no querían realizar ese acto humillante, se desviaban por la calle anterior y rodeaban así la Odeonplatz.
Una placa recuerda la muerte de los cuatro policías que se enfrentaron al golpe mazi.
La estela de bronce en el pavimento, que recuerda el camino de desvío para burlar así esa imposición, forma parte de la memoria histórica de la ciudad.
Cuando se tienen ya muchos años, a menudo resulta inevitable establecer relaciones históricas. Pensaba, desde lo alto de Alter Peter, cuando sería normal que en mi país pudiesen las generaciones nuevas encontrar las huellas visibles de todas aquellas personas que se opusieron al pustch (golpe) de 1936. Años suficientes han pasado, pero la normalidad histórica está aún por alcanzar.
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