Por el cambio de temperaturas que venía notando, aunque estaban muy al sur, el camello sabía que llegaba el invierno y con él las fiestas.
Se sabía también las rutinas. Los ropajes, los ensayos, las riendas… en fin, lo de costumbre. Él conocía bien a los humanos, se liaban por cualquier cosilla. Primero para decidir quién iba a representar el papel de rey Melchor, y después todo lo demás.
Tenía que tomárselo con paciencia. Menos cuando se olvidaban de ponerle el puñado de paja, claro.
“Estos humanos comen, beben, celebran casi todo con palmas y castañuelas, y los pobres animales, verdaderos protagonistas de la cabalgata…a esperar a que alguien se acordase de que no habían traído la paja.”
Este 2010 hubo jaleo.
Primero eligieron “un rey Melchor”, como siempre. A los pocos días revocaron su nombramiento porque un partido le acusó de no sé qué.
Entonces eligieron y nombraron a otro para ser “rey Melchor”.
¿No se darán cuenta de que no se puede andar con estos líos en tema tan trascendental como la monarquía? Pues no. Estos humanos no aprenden…
Cuando parecía que la cosa tiraba para adelante…ZAS.
En algunas emisoras de radio y páginas de periódico aparecimos, con nombres y apellidos.
Bueno, mi apellido no lo saben, pero la noticia levantó mucho revuelo. El tema es muy delicado…A mí, el camello de Melchor, me ha hecho pensar mucho.
Pensando, pensando, me he preguntado: ¿Por qué los humanos les dicen a los niños que si se portan mal los reyes les traerán carbones? Los niños suelen portarse bien casi siempre, o siempre.
Esta vez es el rey Melchor el que merece los carbones.
Esta vez es la jueza la que merece los carbones.
Esta vez son los malos políticos los que merecen los carbones.
El rey Melchor porque está acusado por su hija de esas prácticas que se hacen ocultamente en algunas casas y convierten los hogares en territorio de alto riesgo para tantos niños y niñas.
La jueza porque menospreció la palabra infantil, que suele estar cargada de verdad en estos casos.
Los políticos por haber utilizado el caso en sus batallitas, convirtiendo así el horror en un segundo castigo…
Yo, sólo soy un pobre y manso camello. Y cuando contemplo a estos humanos, me siento orgulloso de serlo.
Como este relato no es una ficción de camello aburrido, os dejo dos referencias por si queréis ponerle nombres.
La ciudad: Sevilla
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